En la cima…

Y después de todo el esfuerzo por subir la montaña, queda la sensación de que al fin se acaba la agonía. Nuevos retos, nuevos caminos, nuevas perspectivas, un nuevo horizonte que conquistar.

Lección aprendida.

Fotografía de AngelValero.

escuchando Seal – Waiting for you

En plena subida

Como en escalada cuando intentas mantener el equilibrio en tres puntos estratégicos para intentar llegar al final, en plena subida. Distribuyes el peso de todo tu cuerpo en el único contacto físico con la realidad, la que te separa del vacío absoluto.

Suaves y firmes movimientos para alcanzar la cima, para encumbrar y respirar, para liberar la tensión de todos los músculos del cuerpo.

Ya queda poco.

Fotografía de lastbeats.

escuchando: Vetusta Morla – Al respirar

Vienes en silencio, cual noche de invierno…

Vienes en silencio, cual noche de invierno… fría, oscura, callada. La vida ha vuelto a cruzar nuestros caminos y el encuentro sólo ha reabierto viejas heridas que nunca llegaron a cicatrizar. Las palabras dejaron de tener sentido, ninguno de los dos escuchábamos la lista de reproches enfundados en una conversación superficial. No lo entiendo, no entiendo la necesidad de este momento, no comprendo la razón por la que esta agonía  se está prolongando artificialmente.

Asumí hace días que todo se acabó. Escalé el muro de sentimientos que ensombrecía mi camino, escalé ese muro para reorientar mi rumbo. Ese rumbo me aleja definitivamente de ti y hoy no quiero plantearme otra posibilidad.

Fotografía de Lidi_a.

La tortura del silencio

El silencio me tortura día a día tras la insoportable pared que rebota mis palabras cual eco en el vacío. Siento frío, frío húmedo que me envuelve y me nubla la vista, niebla que me impide ver cómo te alejas poco a poco de aquí. Siento entre los dedos los lazos que se van escurriendo, aunque apriete el puño para evitar que se escape, estos se disuelven como  cenizas de un papel.

Me descubro revisando inconscientemente el buzón vacío de noticias, cuando sé que estas no van a llegar, sabiendo que no hay vuelta atrás, que no hay forma de resucitar el nexo que compartíamos. No hay más.

Aunque era consciente que todo estaba deteriorándose, que el rumbo era equivocado, que no parecía que las cosas fueran a funcionar, pero estaba dispuesto a seguir luchando… a seguir intentándolo. Probablemente mi intento de darle un giro al timón fue algo atrevido y sólo conseguí que todo acabara por desplomarse como un castillo de naipes al darle un golpe en la base. Todo por los suelos, y me he quedado solo recogiendo las piezas.

Hoy no tengo ganas de recomponer el momento, ni de buscar qué fue lo que pasó. Sólo acepto resignado que todo terminó, y cuando tenga fuerzas, retiraré la flor marchita que esperaba una oportunidad.