Aunque sea algo que implica desplazarme más de una hora, en un momento en el que el tiempo libre escasea y las tareas pendientes se me amontonan en una pila que empieza a darme un poco de vértigo… hay veces que obligarme a salir de la rutina y escaparme un poquito más cerca de la naturaleza se agradece mucho.
Y no hay mal que por bien no venga. Esta tarde, entre el silencio roto por unos pájaros y el susurro del viento, los problemas se ven de otro color, las prisas se olvidan con facilidad… ese maldito tic incontrolable en el ojo ha desaparecido completamente.
Un poco de desconexión… qué bien sienta