Le Penon – Capbreton

Perdiéndome por pequeñas carreteras francesas, buscando de nuevo el Cantábrico, acabé encontrando este pequeño rincón que me maravilló. Fantásticas playas en Le Penon, cerca de Capbreton, un 19 de enero.

Creo que ya lo he dicho miles de veces… pero me encanta el mar.

Oropesa del Mar

ya queda menos para ponerme al día con el retraso de fotografías que tengo acumulado

En mis vacaciones de verano no me acompañó el sol ni el buen tiempo, pero buscándole el lado positivo de la situación, me ha permitido investigar y jugar con fotografías con luz difusa, a forzar la exposición para comprobar los resultados… y no, no han salido imágenes espectaculares, pero algo más he aprendido.

Me sorprendió gratamente descubrir ciertos rincones de este pueblo costero, tranquilos, sin masificar, sin construcciones megalíticas de toneladas y toneladas de cemento vertical. Por desgracia es imagen bastante habitual de la costa este de la península. Hace pocos días me comentaron que en Croacia se estudia el modelo de construcción español en las playas del mediterráneo, como ejemplo de cómo no hay que hacer las cosas. La pena es que estoy bastante de acuerdo con esa percepción.

Volviendo a los rincones de Oropesa, la zona que está próxima al faro fue la que más me gustó. Al no estar cerca de la arena, se disfruta de un silencio interesante, roto por las olas del mar batiendo en lucha eterna contra las rocas. Brisa marina que hipnotiza y envuelve el conjunto en un sitio ideal para pasar largas jornadas de meditación.

Siguiendo la línea que marca la costa, nos encontramos con el Torreón del Rey, construcción militar que data de la época renacentista. Aunque el acceso es libre, no quise detenerme y preferí continuar recorriendo las calles… aunque estoy seguro que las vistas desde lo alto del torreón deben ser increíbles.

Más información en el Ayuntamiento de Oropesa del Mar, teléfono 964 312 241, o en la oficina de Información y Turismo, avenida de la Plana nº1, teléfono 964 312 241

Pasé un gran día, un buen paseo. Tengo pendiente volver a visitar sus calles en un día que me acompañe el sol… para redescubrir el pueblo y comprobar si la tranquilidad que sentí aquel momento fue o no fruto del mal tiempo.

Voy a ahorrarme calificativos sobre Marina d’Or. Sólo confesar que ha sido uno de los momentos que mayor indignación he sentido.

Faro de Cullera

Si os dais un paseo por la galería fotográfica de este blog, os daréis cuenta que tengo una pequeña fijación por los faros. En Cotillo,  en Punta de Jandía, en Morro del Jable… No sabría decir qué es lo que me llama tanto la atención, quizá que suelen estar algo solitarios, en un paraje escarpado, lejos del ruido de la civilización… solos frente al mar. Si me cruzo con alguno, me gusta pararme un rato para disfrutar de la vista privilegiada que tienen del mar.

Como no, me acerqué al faro de Cullera, y estas son las fotografías que saqué allí.

Para vuestra información, el faro no es visitable, pero se puede acceder a sus alrededores.

… desde Cullera

Se me hace un poco raro, pero muy gratificante esto de escribir un post al lado de la playa, en el paseo marítimo de Cullera (Valencia). Sí, el plan fallido del sábado pasado consistía en una pequeña escapada para visitar el mar… ya se me hacía larga la espera.

Un paseo de punta a punta  de la playa, con los pies esquivando el agua que intenta constantemente alcanzarme. De vuelta utilizo el paseo marítimo, contemplando las moles de cemento deshabitadas que esperan en soledad hasta la temporada estival. Hoy el mar está tranquilo, sólo unas pocas olas suaves que ponen la banda sonora de este día, ligera brisa que alborota un poco el pelo, y el sol sobre un cielo azul calienta ligeramente esta tarde de enero. Sobra el abrigo… en el coche se ha quedado.

A pesar de ser un día perfecto para acercarse a la playa a dar un paseo, somos bien pocos los que estamos disfrutando del momento. Unos cuantos chavales jugando con el balón, unos perros corriendo libres, radiantes de felicidad, parejas de jubilados que aprovechan su tiempo libre paseando tranquilamente… pero poco más.

Bastante acertados están aquellos que dicen que la mayoría de la gente no es capaz de apreciar lo que tiene cada día. Sólo aquellos que lo pierden o tienen dificultades para conseguir algo son capaces de disfrutarlo intensamente… sí, a mí a veces me pasa lo mismo, y sigo en mi lucha personal por evitar caer en el mismo error.

En resumen… a disfrutar del momento

Fuerteventura: Playa de Sotavento

Espectacular playa de aguas transparentes y arena blanca, bastante preparada para aprender kyte-surf por su viento constante.

Unas cuantas fotos de aquel momento:

De camino a la Playa de Sotavento
De camino a la Playa de Sotavento
Vistas de la playa
Vistas de la playa
Unas clases de kyte-surf
Unas clases de kyte-surf
Varios metros de agua superficial
Varios metros de agua superficial

Su primera vez

Aquel niño galopaba sobre la arena de la playa en dirección a la orilla del mar, mar que por primera vez divisaban sus pequeños ojos azules. La ansiedad y excitación por la emoción del momento minimizaban las consecuencias de un pequeño tropiezo que acabó con sus rodillas en la arena. Sin titubear un segundo se levantó y luciendo una amplia sonrisa reemprendió el trote en dirección a la orilla.

La expresión de la cara cambió a sorpresa cuando la espuma de las olas rompiendo en la orilla de la playa  mojaban sus piernas. Él se agachó e intentó atrapar las burbujas que en aquél momento le rodeaban. La risa estallaba en aquél instante mientras miraba sus dedos, esos dedos entre que se le escapaba su nuevo objeto de deseo.

Pero el hecho de no haber conseguido su objetivo no le desanimó, ya que en la siguiente ola aquel niño insistió con más fuerza en su empeño. Esta vez atrapó entre sus dedos un poco de arena que empezó a resbalarse entre sus dedos mientras él arqueaba sus cejas en señal de sorpresa y fascinación por aquél descubrimiento.

Levantó la mirada en busca de la atención de sus progenitores para mostrar la novedad que él mismo había encontrado, pero estaban algo alejados para mostrarles el hallazgo, así que intentó de nuevo recolectar sus pruebas hundiendo con más fuerza sus dedos en la arena bañada por el agua salada y rápidamente salió a la carrera en busca de sus padres.

Mientras corría alejándose de la orilla, la arena se escurría por sus antebrazos, quedándose sin pruebas a los pocos metros de emprender la marcha. Fueron varios los intentos de repetir la hazaña hasta que su padre se acercó hasta él para vigilarle más de cerca. Entusiasmado, aquél niño de ojos azules explicaba a su padre el detalle de su nuevo descubrimiento.

Fotografía de ibrotons