regresando a las casi olvidadas vacaciones, un 1 de septiembre estuve paseando… más bien cojeando, por el paisaje del desierto de las palmas.
Día gris, que me acompañó a visitar el Desierto de las Palmas, en Benicàssim. Desierto, de la soledad que encuentras en aquellos parajes en los que reina el silencio y la tranquilidad, porque el tupido bosque que cubre estas montañas son la antítesis de lo que primero se te viene a la cabeza al pensar sobre un desierto.
El convento de los frailes carmelitas es construcción más representativa de la zona. La urbanización «El refugio» está también integrada en la montaña. Disfrutan de unas vistas envidiables.
Me encanta encontrarme con estas carreteras de montaña en la que los árboles acompañan a los lados del camino. Bajo la ventanilla del coche y respiro profundamente… aire limpio, olor intenso a verde montaña.